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septiembre – diciembre 2021índice
Román Moreno Soto (RMS): ¿Tiene usted alguna duda respecto a las preguntas que se le enviaron por escrito?
Roque Ruiz Pineda (RRP): No precisamente duda. Le comentaba yo a Toño (Antonio Ruiz Jarquín) que yo estuve o trabajé poco tiempo en el Hospital Colonia, en México. Yo estaba trabajando en el servicio subrogado del Banco de sangre, entonces, estuve escasamente unos seis u ocho meses, que me bastaron para conocer el hospital. No a mucha gente, por cierto, ya que tenía que estar ubicado en mi lugar, solamente salía de allí para hacer las transfusiones que requerían los amputados o algunos otros pacientes del hospital.
Patricio Juárez Lucas (PJL): ¿Cuál es su nombre completo?
RRP: Soy el doctor Roque Ruiz Pineda.
PJL: ¿En qué año nació usted?
RRP: En 1937.
PJL: ¿En qué lugar?
RRP: En Juchitán, Oaxaca.
PJL: ¿Cómo recuerda usted sus primeros años de vida en aquella región?
RRP: Mi infancia, yo me di cuenta de que estaba en este mundo en un pueblo que se llama Almoloya, Oaxaca, queda entre la ciudad de Ixtepec y Matías Romero, comunicada por el tren de los Ferrocarriles Nacionales, FNM. Allí estuve dos años y después, los demás años de la infancia los pasé en mi tierra natal, Juchitán, Oaxaca, hasta la secundaria.
PJL: ¿A dónde se fue usted a estudiar la preparatoria?
RRP: Para la preparatoria me tocó el honor de ser una de las generaciones de la Preparatoria Número 1, San Idelfonso, de la Universidad Nacional Autónoma de México.
PJL: ¿Cuáles fueron sus sentimientos o impresiones, respecto de la localidad en la que usted nació, al ir a la gran ciudad?
RRP: Es algo que, en aquellos momentos, en relación entre la Ciudad de México y los demás estados, me imagino, era una cosa impactante llegar a la Ciudad de México. Era, en aquel momento, lo máximo para cualquier persona llegar allá, estudiar, vivir o encontrar algún empleo.
PJL: ¿Cómo se adaptó usted? ¿tenía usted familiares?
RRP: Fíjese que no tuve problemas de adaptación, porque afortunadamente muchos familiares ya tenían su residencia allá, en la Ciudad de México, y esos familiares me apoyaron a vivir con ellos y seguir estudiando.
PJL: ¿Se acuerda usted en que año ingresó a la universidad?
RRP: Yo ingresé a la universidad desde la prepa, en 1954. En aquel entonces el curso era de dos años, luego aumentó a tres, pero a mí me tocó precisamente el último de los de dos años, de los planes de estudios especializados. Había los que iban a Ciencias Biológicas, a Matemáticas o a Ciencias Sociales, a mí me tocó obviamente la Medicina, las Ciencias Médicas, allí estaba la carrera de Médico, de Odontología y Veterinaria.
PJL: ¿En qué año se tituló usted?
RRP: Me titulé en el año de 1962.
PJL: ¿En qué año llegó usted a esta empresa, dedicada a la transfusión o a la administración de sangre?
RRP: Allí estuve precisamente en el 63, porque en ese momento estaba preparando mi examen profesional y, entre tanto, laboraba yo para generar algunos recursos para seguir viviendo, vamos a decir, y estuve como unos siete u ocho meses en ese servicio subrogado del Banco de sangre en el Hospital Colonia. Tuve por allí una anécdota, que si después tenemos la oportunidad se las comento.
PJL: En esa empresa, que trabajaba para ferrocarriles, ¿era usted laboratorista o médico?
RRP: Trabajé como doctor encargado de suministrar o administrar transfusiones de sangre a los pacientes hospitalizados, o a los que estaban en alguna operación quirúrgica.
PJL: ¿Usted iba al Hospital Colonia y a los lugares donde se encontraran estos enfermos o las personas que requerían esta sangre?
RRP: Allí mismo, en el Hospital Colonia. Todo eso era en el mismo hospital, iba a sus camas o a los quirófanos, o al servicio de urgencias.
PJL; ¿En esos años vivía usted cerca del hospital?
RRP: Prácticamente sí, porque el hospital quedaba allí cerca del monumento a La Madre, por ese rumbo, y yo vivía en la calle de Melchor Ocampo en la colonia, por San Cosme, en la colonia San Rafael.
PJL: Esa era su principal actividad, y cuando deja usted esta empresa, ¿a dónde se fue usted a trabajar?
RRP: Antes ya había hecho el servicio social en el Ferrocarril del Sureste, donde estuve nueve meses en la estación de Teapa, Tabasco, donde el tren de pasajeros hacía una parada obligatoria para que los pasajeros pudieran comer en un restaurante que estaba instalado en la propia estación.
PJL: Y allí, ¿cuál era su función? ¿qué hacía usted regularmente?
RRP: Allí mi función era atender a los trabajadores del ferrocarril y lo que hubiera de urgencias en cualquier momento del día, y hacía yo un recorrido por la vía del ferrocarril en un motor, y con un motorista y una enfermera. Y un día, por ejemplo, el día martes, iba para Lomas tristes, una estación que quedaba como a una hora u hora y media de Teapa, y otro hacia Pichucalco, el jueves, ese era mi trabajo. Y atendía yo a la gente que vivía, digamos, en esos tramos al lado de las vías o de los ranchos que estaban en el camino.
PJL: En esas labores, ¿era usted médico viajero de los ferrocarriles?
RRP: Allí estaba adscrito como servicio social. A mí me pagaba el Ferrocarril del Sureste en operación, así se llamaba, y estuve nueve meses como servicio social.
PJL: Después de allí, ¿a dónde se fue usted?
RRP: De allí, le comentaba hace un momento, me regresé a México para prepararme para presentar mi examen y la tesis, pero en ese lapso, ya buscando algo en qué trabajar, fui a dar por casualidad o por información a ese Banco de Sangre, cuya sede estaba en la avenida Chapultepec. Yo recibía las bolsas de sangre, que venían del laboratorio, y estaba atento a hacer los exámenes que se requieren para poder aplicar un cierto tipo de sangre.
PJL: Y después, ya tuvo usted su consultorio propio…
RRP: No, no tuve consultorio propio. Estuve, después de eso, ya de pasante recorrí muchos lugares. En ese momento ya me había yo casado, ya tenía un hijo, pero en ninguno logré que me contrataran, ya recibido recorrí los mismos lugares y fui a las oficinas de Petróleos Mexicanos y me contrataron como médico sin servicio social, pero ya recibido, para ya acceder, para tener una cosa segura para mantener a mi familia, y ya me tocó ir a Fortuna Nacional, allá entre Macuspana y ciudad PEMEX.
PJL: Entonces, ya titulado empieza usted a trabajar en PEMEX, ¿cuántos años estuvo usted allí?
RRP: En ciudad PEMEX estuve en varios lugares , pero donde más hice residencia fue en Las Choapas, allí PEMEX tenía sus oficinas conocidas como el CAM. Allí en el CAMestuve cinco años seguidos, pero a partir del segundo año empecé a inquietarme, no me sentía yo muy a gusto allí en la ciudad y, francamente, por algunas cosas administrativas que pasaban allí que no fueron de mi agrado, e inicié mis solicitudes para el Seguro Social (IMSS) de Coatzacoalcos, Veracruz. Entonces, trabajaba yo en dos lados, hasta que pude renunciar a PEMEX y quedarme en esta ciudad de Coatzacoalcos.
PJL: ¿En qué año se jubiló usted del IMSS?
RRP: Me jubilé en el año de, ya tengo 25 años de jubilado, en 1996.
PJL: Volviendo a eso del Hospital Colonia que me quería usted platicar, de esa anécdota que me dice usted, ¿cuál es?
RRP: Bueno, son dos anécdotas, pero la más impactante que me dejó huella, porque me gustó y siempre la he comentado en las ocasiones que me han dado la oportunidad, es que en una ocasión llegué hasta la habitación, en un cuarto donde estaba hospitalizado un paciente, y al abrir la puerta había mucho personal del hospital, entre médicos especialistas, trabajadoras sociales, entre otros, y a mí me llamó la atención, nunca había visto tanta gente rodeando la cama de un hospital atendiendo a un paciente. Por cierto, aquel trabajador había sufrido un accidente en el tren y le habían amputado una pierna y un brazo, estaba ya en articulo mortis, y yo observaba la insistencia de la trabajadora social en preguntarle: dónde vivía, a quién podían llamar para notificarle su problema. En ese momento escuché que este señor hablaba en zapoteco, les dije a todas las personas “ábranme cancha, por favor”, para poder acercarme a su oído y comunicarle lo que deseaban hablar con él. Le dije: “yo soy de Juchitán, Oaxaca, aprendí a hablar el zapoteco”. Le comenté y ya me dijo: “Estoy muy mal, estoy muy enfermo”, y a los demás les pregunté qué es lo que desean saber de este paciente. “Pregúntale dónde vive, cómo se llama su familiar para poder avisarle” y esas preguntas se las hice al paciente, me las contestó y se las iba dictando a la trabajadora social, y les pregunté: “¿algo más que quieran saber?”, “No, No, nada más”. Todo esto el paciente en articulo mortis. Y cuando salí me preguntaron: “¿cómo le hizo usted?, tenemos dos horas luchando para sacarle la información”. Y ya les dije: “él es mi paisano y está hablando la lengua zapoteca, por eso con toda confianza me acerqué y le pregunté”. “Ah, que bueno que usted sabe hablar zapoteco”. “Sí, es que nací y crecí allá, en Juchitán”. Eso a mí me quedó un recuerdo de que a veces es necesario no olvidarse de sus raíces, de su lengua, porque en aquellos sagrados tiempos al indígena que llegaba a la Ciudad de México nomás le decían “indio patarrajada”. Gracias a que algunos intelectuales descubrieron que en México hay una gran riqueza cultural en las lenguas indígenas y todo eso se ha ido borrando, y es necesario entenderlas, porque como en esta situación no se entendían, porque tanto el personal del hospital como el paciente no se entendían, pues cada uno estaba hablando una lengua distinta, y él estaba luchando por su vida, allí FNM no se dio a la tarea de poner un traductor a sus trabajadores, porque seguramente tuvo muchos trabajadores con una sola lengua.
PJL: ¿Se llegó a enterar si era trabajador de vía, o de transportes?
RRP: Era un trabajador de camino, era garrotero. Se había caído del tren, era trabajador de camino.
PJL: ¿Y qué sucedió con él, sobrevivió, ya no supo usted más de él?
RRP: No, no sobrevivió. Ya estaba muy grave, por eso al personal le urgía avisarles a los familiares. Realmente estaba muy mal, muy mal, toda la transfusión que supuestamente le iba a poner ya no dio tiempo. Ahora sí que llegué a tiempo, sin querer queriendo, como dicen, y pude sacarle información para solucionar ese problema: dónde encontrar a sus familiares, su ubicación o su domicilio.
PJL: De casualidad, ¿se acuerda usted de su nombre?
RRP: No, sólo me acuerdo que se llamaba Delfino.
PJL: Por lo menos resolvió usted en ese momento el problema. Para mí sería todo, no sé sí Román tiene alguna otra pregunta. Por mi parte, le agradezco la entrevista que estuvo muy interesante, con respecto a este accidentado y su paso por ferrocarriles, tanto como servicio social como esta parte de trabajar en el servicio subrogado por ferrocarriles, de trabajar un poco allí en el Hospital Colonia, y eso es muy importante, y dejar también esa parte de la traducción de una lengua a otra, en esa problemática en que se veía envuelto todo el personal médico del Hospital Colonia en ese entonces. Eso me parece relevante. Le dejo la palabra a mi compañero Román.
RMS: Solamente un par cosas doctor Roque, en cuanto a su experiencia que tuvo usted con el Hospital Colonia, ¿cómo recuerda usted el funcionamiento del hospital?
RRP: Bueno, en aquellos años el Hospital Colonia gozaba de un buen prestigio en el servicio médico, incluso, le digo, uno de sus especialistas fue mi maestro en la Facultad de Medicina, un nefrólogo, que en este momento no recuerdo su nombre. Pero todo el personal con que contaba, principalmente los de urgencias, eran muy atentos, amables, con todos los pacientes que llegaban a ese servicio. Para mí, el Hospital Colonia fue uno de los mejores hospitales de la Ciudad de México, gozaba de un prestigio favorable, magnífico, por la atención que brindaban en todos los niveles de especialidades, y entre el personal había mucha convivencia y camaradería, que, por cierto, había una administradora del hospital, una dama, que un día comentando con ella le pregunté: “¿usted qué carrera estudió?” y me dijo: “Soy de la carrera de Administración de hospitales”. En ese momento yo dije: “No sabía que existiera esa especialidad, carrera”. Tenía un sentido de la administración humana, en ese hospital. Te puedo decir que el trato en el Hospital Colonia me impactó, porque aunque sea por poco tiempo que allí trabajé, en todos los demás había estado como estudiante, no me puedo quejar de ellos, pero en el primer hospital que trabajé fue en el Colonia. Recuerdo en el Hospital Colonia el trato que me dieron, sus atenciones.
RMS: Hace dos días entrevistamos a otro doctor y sus impresiones eran las mismas, incluso él sigue siendo catedrático de la Facultad de Medicina de la UNAM, y nos comentaba que también estuvo en la Preparatoria número 1, en San Ildefonso, de dos años. También estuvo en la Escuela de Medicina allí, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, no sé si también le tocó a usted.
RRP: Él ha de ser un poco más grande porque a mí me tocó, a mi generación, inaugurar la Facultad de Medicina en Ciudad Universitaria. Por cierto, no comenzamos las clases como estaba programado, porque nos informaron que la escuela aún no estaba amueblada. Eso hizo que nos esperáramos a que amueblaran la facultad. En ese entonces empezábamos el primer lunes de marzo, nos esperamos hasta fines de marzo, una semana antes de abril y tuve la fortuna de ser de la primera generación de la Facultad de Medicina de CU. Por cierto, cuando estaba cumpliendo los cuarenta años de estar ejerciendo, la universidad nos llamó, otorgándonos un diploma como la “Primera Generación de la Facultad en CU”.
RMS: Excelente doctor, es una presea de mucho orgullo. En ese momento que usted nos comenta, que había una buena relación entre las instituciones, entre el Hospital Colonia y el servicio social hacia otras empresas públicas, en este caso Ferrocarriles Nacionales de México, pero yo tengo allí tengo una duda ¿Por qué el Hospital Colonia contrataba otra empresa para el servicio del Banco de sangre?
RRP: Siempre ha habido dificultad para la donación, entonces, había laboratorios que hacían esta labor. Creo que era más cómodo para un hospital tener ese servicio subrogado; también el Hospital Colonia no fue un hospital. Hace un rato su compañero preguntó sobre el movimiento médico, es muy interesante. El servicio social, cuando estalló el 20 de noviembre del ISSSTE, yo tenía un pariente que trabajaba en Palacio Nacional y fui a visitarlo, y me dice: “Roque, ¿es cierto que los médicos ganan muy poco?”. “No sólo ganan poco, sino que regalan su trabajo, sólo trabajan por vocación de enseñar, hay uno que otro que tiene un sueldo, pero muy raquítico, hasta ellos mismos nos comentaban, sólo me alcanza para bolearme los zapatos”. Entonces, le llamó a atención, “y así es”, le digo, “es una labor que hacen, que lo hacen por humanidad y vocación y es a todos los niveles, en la Facultad, en los hospitales, en todos lados”. Los médicos en el Colonia gozaban de un sueldo y nunca me enteré que fuera hospital que recibiera alumnos de la universidad, porque lo tenía todo, era como de lujo, sin hacer dispendios.
RMS: Así nos comentaba el doctor Fajardo con respecto a esa compañera que dice usted, que tuvo una especialización en Administración de hospitales. También el doctor Guillermo Fajardo nos decía que él incluso hizo una especialización en el extranjero en relación a este tema de administración de hospitales, y que él considera que el hospital pionero en aplicar ese tipo de prácticas fue el Hospital Colonia…
RRP: Creo que sí, porque en otros hospitales nunca vi alguien encargado de la Administración del hospital. Esa parte estaba en el centro del hospital, donde habían los problemas, allí llegaban médicos, administrativos y personal de limpieza, aseo, y sobre todo para la compra o la adquisición de los medicamentos. Yo siempre he pensado que la administración de hospitales está muy lejos de compararse con la administración de una empresa, porque aquí puede que un medicamento no lo utilices en un año, pero cuando se llegue el momento de usarlo tienes que tenerlo. Entonces no puedo borrarlo de mi lista porque no se usa, por eso digo que ese hospital estaba muy bien administrado por esa señorita, no recuerdo su nombre.
PJL: Doctor Roque, antes de continuar yo le quiero hacer una pregunta más con respecto a este cambio que hizo del centro, o sea de Santo Domingo hacia CU, ¿cómo le hacía usted para trasladarse diariamente?
RRP: Uy, mire, yo en ese entonces vivía en la colonia Estrella, a unas calles de la Villa y teníamos que estar en Ciudad Universitaria a las 8 de la mañana. Yo salía de la casa de usted, allá, un cuarto para las 6 o las 5 y media, tomaba un camión que era la Línea Clasa, que llegaba a Santo Domingo, de Santo Domingo se programaban unos camiones para irse directamente a CU. Si yo salía un poco más tarde, por ejemplo a las 6, ya no llegaba a las 8, entonces, cuando alcanzábamos un camión allí, en Santo Domingo, abarrotábamos el camión, hasta por las ventana nos metíamos, y consignábamos al chofer ¡no te pares¡! y los que vivían en el camino, por avenida Insurgentes, ellos llegaban siempre tarde, porque todos los camiones iban llenos. Así era mi traslado todos los días y de regreso ya no había problemas, porque a veces si quería yo dormir, yo tomaba el tranvía que también salía de Universidad hasta la Calzada Guadalupe, en la colonia donde vivía, pero otras veces, si quería yo leer, pues tenía tiempo, podía ir leyendo de regreso. Así era mi traslado, por eso yo siempre he comentado que el metro se convirtió en algo primordial: el primero que lo impulsó fue Ernesto P. Uruchurtu, que lo tildaron de loco, porque decían “¿cómo va a hacer las excavaciones?, los edificios se van a caer, México estaba en una Laguna”. Después de que salió de su administración se empezó a hacer el metro, sino no en estos momentos en México no se podría vivir, ahora que se cayó uno, ya se vio la crisis. Don Ernesto P. Uruchurtu fue el impulsor los dos sexenios que estuvo, no lo logró.
RMS: Sólo una pregunta más, sobre su experiencia en el Ferrocarril del Sureste. Sabemos nosotros, por las propias condiciones geográficas de ese territorio, que la construcción de esa línea fue muy complicada, incluso. ¿Qué enfermedades eran las más comunes y cuáles los medicamentos para poder atender a los trabajadores ferrocarrileros en esa región?
RRP: Claro que sí, cuando llegué allí, a Teapa, me encontré con un médico militar ya muy grande, la medicina ya se le había olvidado, en cada receta era sólo vitamina C y ya, hasta le pusieron “el Vitamina C”. Pero realmente sí me dieron medicamentos, y además, como yo iba de servicio social, en aquellos años algunos laboratorios nos invitaban un desayuno, un café o una comida, y promovían sus medicamentos, así que yo me llevé una cantidad inmensa de medicamentos por mi cuenta. Tenía medicamentos que no existían en el stock. Me tocó una vez, me interrumpieron en la consulta, me dijeron que había una señora que estaba convulsionando, fui a verla, era un embarazo y estaba convulsionando, le estaba dando preclamsia, no tenía en el stock pero me acordé de mi casa. Le digo la verdad, cuando iba a buscar el medicamento se me borró el casete, Dios mío qué hago, me puse a revolotear y revolotear hasta que lo encontré, corrí a ponérsela y pude controlar el problema. Cuando no era una consulta de urgencia no había problema, generalmente eran parásitos, allí sí conocí todos los parásitos y a todo color. Tenía una enfermera de esas que, en aquel tiempo, ahora sí que se hacían en el camino a golpe de calcetín, me hacía los exámenes de laboratorio. Nosotros en la carrera aprendimos a hacer, con la técnica pertinente, ella nada más agarraba el excremento y agua, lo revolvía y nadaban los parásitos, le decía yo “ya ni lo haga, ya mejor le damos tratamiento”. Era muy buena su técnica, porque si le ayudaba mucho a la gente. Le digo “la parasitosis”. Era lo máximo y junto con la anemia, por la misma parasitosis.
RMS: Muy bien doctor, nos da usted ese panorama y así vemos los contrastes entre lo que era el Hospital Colonia, con todas esas posibilidades, y luego ya en la vía y en el campo, donde estaban las condiciones más difíciles para poder atender a la población. De mi parte sería todo, estamos muy agradecidos. Estamos muy contentos y muy agradecidos por esta charla que nos permitió tener con usted.
RRP: Pues muchas gracias a ustedes por darme esta oportunidad. Realmente no estaba en mi programa. Un último comentario que les quiero decir es que cuando yo ya estaba en el Seguro (IMSS), en el Ferrocarril del Sureste, los trabajadores no tenían el servicio del Seguro, mi jefe máximo, que estaba en Orizaba, me dijo que me viniera para acá a recorrer el ferrocarril para conquistarlo, para que se afiliaran al Seguro Social. Yo le comenté que incluso yo era de allá, entonces me dijo: “véngase conmigo”. Creo que contribuí bastante a convencer a todos los trabajadores para que se afiliaran, primero en el Servicio Social y luego en el Seguro (IMSS), para su servicio médico.
PJL: Pues eso también es importante don Roque.