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ene – abr 2019

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may – ago 2019índice

Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

Los ferrocarriles fueron, sin duda, la principal innovación tecnológica introducida en el mundo para el transporte de personas y mercancías, y su influencia aún es perceptible para miles de mexicanos que disfrutaron o convivieron con él, en su cotidiano fluir. Este medio de transporte llegó a su pleno auge a finales del siglo XIX y logró extenderse por los territorios de los cinco continentes, después de superar la mayoría de los problemas técnicos, políticos y sociales que lo lastraron al principio, en su etapa formativa. En México, de 1837 a 1869, se otorgaron cerca de cincuenta concesiones, ocho de las cuales fueron para el Ferrocarril Mexicano que construyó su vía férrea desde el Puerto de Veracruz hasta la Ciudad de México, con un ramal de Apizaco a Puebla, iniciando funciones éste último el 16 de septiembre de 1869.

Este año se cumplen 150 años de ese acontecimiento y no queremos pasarlo por alto. En primer lugar, porque la puesta en operación de esta línea férrea resume los fundamentos que planteó el gobierno juarista restaurado a su llegada al poder: retomar, fomentar e impulsar el desarrollo de México por medio de la incorporación y construcción de ferrocarriles, con el propósito de consolidarlo y convertirlo en una nación moderna y de progreso. En segundo lugar, porque el Centro Nacional para la Preservación del Patrimonio Cultural Ferrocarrilero se alberga en los terrenos de la estación del ramal Apizaco a Puebla del Ferrocarril Mexicano y hoy constituye uno de los legados más importantes de patrimonio industrial que se conservan en nuestro país.

En la sección Estaciones, Mauricio Ibarra y Teresa Becerril nos comparten el artículo El papel de las estaciones del ferrocarril en la Ciudad de México del siglo XIX, en el que abordan cuál fue el proceso que vivieron las estaciones ferroviarias después de que perdieron su condición periférica y se convirtieron, hacia finales del siglo XIX, en auténticos focos de atracción urbana. Señalan que, en el caso de la Ciudad de México, si bien no todos los asentamientos de esa época se deben al ferrocarril, existen algunos localizados en las colonias Santa María la Ribera y Guerrero que si fueron sujeto de la influencia directa de la estación Buenavista. Para demostrarlo, nos presentan como evidencia la cartografía de la segunda mitad del siglo XIX.

Por su parte, Isabel Bonilla, jefa de Departamento de la Biblioteca especializada, en la sección Tierra Ferroviaria nos ofrece el texto 150 años de la estación del Ferrocarril Mexicano en Puebla, en el que plantea que el impacto del ferrocarril y su arribo a la Angelópolis estuvieron determinados tanto por cuestiones políticas, como por la traza urbana definida desde la Colonia. Es decir, a partir de ésta, en Puebla se estableció un polo de desarrollo al norte de la ciudad, en terrenos de aguas azufrosas y muy cerca de los barrios indígenas de San Pedro de los Naturales, San Pablo, San Miguel y Santa Anita, que hoy día conserva algunos de los rasgos que lo identifican como una zona netamente ferrocarrilera.

En la sección Cruce de Caminos, Arturo Valencia Islas nos presenta el artículo Los extranjeros en la conformación del sistema ferroviario mexicano, 1880-1914, en el que realiza un breve balance de las relaciones que las distintas compañías ferroviarias que se crearon en México a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX —algunas de propiedad nacional y otras construidas con capitales extranjeros— establecieron con ciudadanos de otras nacionalidades. En otras palabras, el enorme volumen de capital necesario para la construcción del sistema ferroviario mexicano demandó la participación de empresarios ferroviarios de otros países, particularmente de Estados Unidos, así como la negociación con banqueros, accionistas y tenedores de bonos, principalmente estadunidenses y europeos. Incluso, durante la etapa constructiva y luego en la fase de operación de las líneas, las compañías necesitaron de trabajadores para el tendido de vías, así como técnicos, inspectores y administradores, que debido a su carácter específico fueron traídos de otras naciones, lo mismo que la tecnología para la operación del nuevo medio de transporte. Por tanto, las empresas ferroviarias estuvieron en continuo contacto con fabricantes y proveedores de diversos países.

En la sección Silbatos y palabras, les presentamos la crónica de la inauguración del ramal Apizaco a Puebla que publicó el periódico Ibérica y que apareció en El Libre Pensador, Periódico Oficial del Gobierno del Estado Libre y Soberano de Puebla, el jueves 23 de septiembre de 1869. Mientras que en nuestra sección Vida Ferrocarrilera, Patricio Juárez Lucas, jefe de Departamento del Archivo Histórico, nos comparte la entrevista que realizó a Armando Rugerio Hernández, extrabajador de los Ferrocarriles Nacionales de México.

En la sección Archivos documentales y de bienes se anexan los listados de bienes documentales de los acervos resguardados en el Archivo Histórico, Biblioteca Especializada, Fototeca y Planoteca. Se incluye, además, la cédula de registro de Bienes Muebles Históricos, que en esta ocasión corresponde a la Luz de bengala, la cual se encuentra depositada para su resguardo en el Almacén de Control y Depósito de Bienes Muebles Históricos del CNPPCF/MNFM.