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Cuatro cantos en mi tierra (A Tabasco)

Carlos Pellicer Cámara *

I

Tabasco en sangre madura

y en mí su poder sangró.

Agua y tierra el sol se jura;

y en nubarrón de espesura

la joven tierra surgió.

 

Tus hidrógenos caminos

a toda voz transité

y en tu oxígeno silbé

mis pulmones campesinos.

 

A puños sembré mi vida

de tu fuerza vendaval

que azúcar cañaveral

espolvorea en la huida.

 

El tiempo total verdea

y el espacio quema y brilla.

El agua mete la quilla

y de monte a mar sondea.

 

Pedacería de espejo.

La selva, encerrada, ulula.

Casi por cada reflejo

pájaro que se modula.

 

Más agua que tierra. Aguaje

para prolongar la sed.

La tierra vive a merced

del agua que suba o baje.

 

Cuando la selva repasa

su abecedario animal

relámpago vertebral

de caoba a cedro pasa.

 

Flota de isletas fluviales

varó en flor la soledad.

Son de todo eternidad

y de nada temporales.

 

El mediodía tajado

de algún fruto tropical

tiene un sabor de cristal

sonoramente mojado.

Hay en la noche un instante

de vida, que si durara,

húmeda la muerte alzara

cual un terrible diamante.

 

Y a veces en la ribera

es tan fina la mañana

que la sonrisa primera

todo el día nos hermana.

 

Tiempo de Tabasco; en hondo

suspiro te gozo así.

Contigo, cerca de mí

tiempo de morir escondo.

 

Arde en Tabasco la vida

de tal suerte, que la muerte

vive por morir hendida,

de un gran hachazo de vida

que da, sin querer, la suerte.

 

II

La ceiba es un árbol gris

de gigantesca figura.

Se ve su musculatura

medio manchada de gis.

 

Es el árbol que hace todo;

yo lo he visto trabajar

y en la tarde modelar

sus pajaritos de lodo.

Ceiba desnuda y campal

cuya fuerza liberó

bosque y cielo y estrenó

su claro de matorral.

 

En desnudo pugilato

parece que así despejas

el campo y que le aconsejas

a todo árbol buen recato.

 

Navegando por el río,

súbitamente apareces.

Te he visto así, tantas veces,

y el asombro es siempre mío.

Cuando en el atardecer

todo Tabasco decrece

y el aire en los cielos mece

lo que ya no pudo ser,

con qué bárbara grandeza

das la razón al paisaje

que con oscura certeza

se adueñó de algún celaje

con que así la noche empieza.

 

Ceiba te dije y te digo:

colgaré mí corazón

de un retoño de tu abrigo;

tendrá su sangre contigo

altura y vegetación.

 

III

Una laguna que llega

y una laguna que va.

Si la luz de frente anega

o la luz de lado da

el jacintal que congrega

su poesía despliega

que en mi voz cintilará.

 

Hay más laguna que luna

en la noche que es tan clara.

Semeja que el cielo usara

luz modal de la laguna.

Hay más laguna que luna.

 

Tiempo lagunar que cabe

para siempre en nuestra vida. Que no se cierre la herida que por su boca se sabe la llegada y la partida.

Estábamos la laguna y yo.

Como esa noche...

Con más laguna que luna la noche se desnudó.

Sudor de intemperie humana que el aire sutil saló

y en su humedad levantó flor lujuria rusticana.

Tu adolescencia suspira junto a mi pecho velludo.

El tiempo es tiempo desnudo y su largo cuerpo estira.

Si por besarte viví con más laguna que luna, fue más luna que bebí

que el agua de la laguna

que a raya en cielos tendí.

Como esa noche...

IV El agua es laguna o río.

Un espejo se quebró.

Por todos lados miró la desnudez del estío.

Con el agua a la rodilla vive Tabasco. Así dama

de abril a octubre la flama

que hace callar toda arcilla.

Si por boca de la selva largó la verdad su grito,

miente el silencio infinito

del agua que el agua envuelva.

Llueve lejos, por la sierra. Llueve a tambor y clarín.

Toro del agua, festín corre por toda la tierra. Joven terrón cuaternario, por tu cuerpo de aluvión sangra el verde corazón de tu enorme pecho agrario.

Lo que muere y lo que vive junto al agua vive y muere.

Si en lluvia el cielo así quiere moje su noche en aljibe.

Más agua que tierra. Aguaje para prolongar la sed.

La tierra vive a merced del agua que suba o baje.

Brillan los laguneríos; en la tarde tropical

actitud de garza real

torna el aire de los ríos.

La noche en lluvia y batracio retiñe el nocturno verde y al otro día se muerde

verde el verde del espacio.

Agua de Tabasco vengo y agua de Tabasco voy.

De agua hermosa es mi abolengo; y es por eso que aquí estoy dichoso con lo que tengo.1